Hay frases que parecen eternas. Algunas se instalan en la memoria como un estribillo que nadie sabe bien cuándo empezó, pero que todos, tarde o temprano, han tarareado. “La Feria del Brasier y Solo Kukos”, por ejemplo. Ese nombre suena en emisoras locales que se pega en el recuerdo y que anuncia ropa interior con tono alegre, ha acompañado a varias generaciones de colombianos. Detrás de esas palabras –convertidas en un jingle popular desde hace décadas– hay una historia de familia, de ingenio y de supervivencia que comenzó en un garaje de Medellín y terminó en un emporio con más de 130 tiendas repartidas por todo el país.

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A mediados de los años setenta, Medellín hervía entre fábricas textiles, crisis económicas y el crecimiento de barrios que parecían levantarse de la noche a l

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