Lo que parecía un accidente deportivo terminó siendo el inicio de una batalla inesperada. Hanna Bordage, una joven canadiense de 19 años, recibió un balonazo en la cabeza durante un entrenamiento de fútbol americano. El golpe, que motivó una revisión médica rutinaria, reveló algo mucho más grave: un tumor de 12 centímetros cerca del corazón. El diagnóstico fue claro y devastador: linfoma de Hodgkin en estado avanzado.
La historia de Hanna es un ejemplo conmovedor de cómo un síntoma aparentemente menor puede convertirse en una señal vital. Dolor en el cuello y el hombro tras consumir alcohol, sudores nocturnos y fatiga persistente fueron los indicios que, en retrospectiva, anunciaban la presencia del cáncer. Pero fue aquel golpe fortuito lo que activó las alarmas médicas.
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