Si uno se atiene a la mitología, tal parece que mirar hacia atrás no es una buena idea. A la mujer de Lot, pese a que se lo advirtieron, la venció la curiosidad (o la nostalgia) y no tuvo mejor idea que mirar hacia atrás cuando el viejo Jehová lanzó sus bombas atómicas sobre Sodoma y Gomorra. Y la pobre terminó convertida en una estatua de sal. Otro tanto le pasó a Orfeo, después de todo el trabajo de viajar hacia el inframundo para rescatar a su muerta amada Eurídice. Miró hacia atrás y la percanta que lo amuró volvió a morirse, esta vez sin retorno. Destinos muy poéticos, eso sí, pero no es lo que uno tiene pensado para su propia vida. Uno espera llegar a viejo y disfrutar los beneficios de la jubilación, gases lacrimógenos en Plaza de los Congresos incluidos.
Punto azul.
En un capítul