Las tres grandes crisis que vive el mundo en este momento tienen una característica común: el irrelevante papel que Europa está desempeñando en ellas. Tanto en las guerras de Ucrania y de Gaza como en el conflicto arancelario desatado por los Estados Unidos de Donald Trump contra el mundo entero, el Viejo Continente ha sido incapaz de ejercer un papel firme y cohesionado. Europa ha quedado reducida a un actor secundario. Este escaso protagonismo es una prueba más de la crisis de liderazgo que sufre la Unión Euro­pea desde hace años y de su incapacidad para actuar ante situaciones críticas que, además, le afectan directamente.

En el caso de Rusia, los 18 paquetes de sanciones sin una estrategia clara para lograr una solución negociada han resultado estériles y no han debilitado al Kremlin.

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