Desde que nació la genial ocurrencia por parte del más brillante de los poetas latinos, de vivir y disfrutar al máximo todo cuanto la vida te depare para un día o momento efímero, bastó para que a partir de tan preciso instante — y aún hoy—se desanudara en las sociedades una interminable polémica.

Un considerable bastión humano se ubica, solazadamente, del lado más cómodo; que es como decir, aprovechar el presentismo y fugacidad como irrumpen, devienen y declinan las cosas.

Aparejadamente, la repensada expresión horaciana –dice uno, ahora– también ha arrastrado con buena parte de detractores.

En tan interesante disyunción, digamos en voz alta el asunto con más detalles y cuidado, de la siguiente manera: “Vivamos. Derrochemos lo que al día de hoy corresponde; porque de mañana nada se sa

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