Hace muchos años leí con pasión el maravilloso conjunto de cuentos al que Julio Cortázar puso como título genérico el de ‘todos los fuegos el fuego’. Poco podía sospechar yo entonces que ahora, tanto tiempo después, al regreso a mi casa tan dañada por un incendio, iba a copiar aquel titular para escribir una crónica dolorida de lo que tantos miles de personas hemos encontrado en nuestros hogares al regresar de nuestras vacaciones o/y del desalojo. Los cuentos de Cortázar hablaban de una realidad paralela, de una dualidad: lo que hemos encontrado en el retorno es ceniza, desolación, nuestros paisajes arrasados, nuestros árboles muertos. ¿A quién culpar de tanta desdicha, tanta tristeza? Esa, querido lector, parece ser la gran, innecesaria, pregunta.

Yo no sé si echar la culpa de mi entorno

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