En su libro Apple in China , Patrick McGee, excorresponsal del Financial Times y del Wall Street Journal, expone con detalle cómo la relación de Apple con la República Popular China ha pasado de ser una decisión empresarial pragmática a una dependencia estratégica de la que resulta casi imposible escapar.

Lo que empezó como una asociación para aprovechar costos de producción bajos y cadenas de suministro eficientes es hoy un entramado industrial, comercial y político que condiciona cada movimiento de la segunda empresa más valiosa del mundo.

La capacidad industrial única de China, el robo rampante de propiedad intelectual y la oferta de cientos de miles de ingenieros con bajos salarios convirtieron a Apple en dependiente de los designios del Gobierno de Pekín.

Desde principios de siglo,

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