Por María Antonia Galvaliz

Pensar en la finitud de la vida no es un ejercicio de tristeza, sino de claridad, nos ayuda a distinguir lo esencial de lo accesorio, lo verdadero de lo impostado, lo urgente de lo importante.

La conciencia de la muerte nos devuelve a la vida real: al aquí y ahora, a lo que late y pulsa en el instante presente.

Vivir como si fueran los últimos días no significa renunciar a los proyectos o sueños de largo plazo, sino dar valor a cada momento, reconociendo que la vida es un regalo frágil y único.

Te invito a Imaginar por un momento que el tiempo se acorta, que los días que quedan son pocos ¿Qué decisiones tomarías? ¿Qué cosas dejarías de lado? ¿A quién elegirías abrazar, llamar, perdonar o agradecer?

Quizás elegirías disfrutar más de lo simple: mirar el cielo

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