El 7 de agosto de 1956, una explosión borró de un solo golpe barrios enteros de Cali. C uarenta y dos toneladas de dinamita almacenadas en camiones del Ejército estallaron en la madrugada, dejando un cráter de 25 metros de profundidad y reduciendo a escombros más de 40 manzanas.

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Murieron más de 4.000 personas. El cielo se tiñó de rojo, y la ciudad entera quedó cubierta de polvo, llanto y silencio. Y, sin embargo, pocos lo recuerdan hoy. Ninguna placa en cada esquina destruida. Ninguna ceremonia nacional el 7 de agosto. Solo el murmullo de algunos testigos que sobreviven con la memoria intacta.

Cali, que se rehizo con los años, también aprendió a olvidar. Ahora, casi 70 años después, la ciudad vuelve a estremecerse. El 10 de junio de 2025, explosivos sacudieron estaciones de

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