A sus 34 años, el asturiano intenta recuperar el terreno perdido tras dos cursos de recesión por el codo. Se trata, dice, de “aceptar” el nuevo rol y volver a “disfrutar”

Pablo Carreño (Gijón, 34 años) acaba de alcanzar la segunda estación del US Open al derrotar a Pablo Llamas pero, quién lo diría, no termina de creérselo. No lo saborea. “No lo disfruto como debería”, concede. Le tiembla ligeramente la voz y se expresa sorprendido, con dudas, como si hubiera descubierto la victoria. Es un Carreño completamente diferente al de hace no demasiado, a ese competidor de colmillos largos que llegó a figurar en el décimo puesto del circuito y que logró irrumpir en las semifinales del torneo neoyorquino. Después ganó un bronce olímpico y un Masters 1000, pero el codo le planteó más tarde una en

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