Ya antes escribimos sobre las razones y los objetivos del opinar. Abundemos un poco. Es que, en este compromiso de publicar opiniones, se siente uno a veces como la polilla que da vueltas y más vueltas alrededor de una vela. Atraída por su luz, termina quemándose en su llama. Es la paradoja del acto de opinar en público: el deseo de acercarse al centro de la verdad, la tentación de la exposición, el impulso de la claridad, y también el riesgo persistente de la vulnerabilidad.
Uno siente siempre la necesidad de compartir sus pensamientos. Más que emitir juicios o compartir pareceres, es una forma de buscar sentido, de tender puentes con otras personas, de intentar comunicar lo que nos inquieta y apasiona. La luz de la vela simboliza ese destello que nos llama a interpretar el mundo y plasm