Las sirenas de alarma han sonado en la Casa Blanca durante la primera quincena de agosto y también en la sede central de la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA) en Washington y en el Centro Espacial Kennedy de Florida.

Los sistemas de alerta han aullado de modo escandaloso e intermitente, para avisar a las altas autoridades y a los representantes políticos norteamericanos que China está a pocos pasos de dar una campanada. Pero no para estrangular la cumbre de Alaska entre Vladimir Putin y Donald Trump o pitorrearse del choque de intereses comerciales entre la Unión Europea y Estados Unidos.

Las luces rojas que han parpadeado en el Despacho Oval y en muchos centros e instituciones federales del tejido espacial han saltado a causa de los importantes avances logrado

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