Son las 11 de la mañana y la pantalla de Zoom se divide en dos mundos. De un lado, una habitación iluminada por el sol que entra tímido por la ventana. Del otro, Oli Faura , 20 años recién cumplidos, el pelo suelto y una sonrisa tímida que va mutando en confianza apenas empieza a hablar. Viene de una seguidilla de entrevistas, pero no se le nota el cansancio: cada vez que dice “mi disco” se le iluminan los ojos.
“Las primeras canciones las escribí a los 15, en plena pandemia. Tenía demasiado tiempo libre y me puse a escribir todo lo que sentía ”, dice, como quien cuenta algo obvio. Pero no lo es. Ese cuaderno adolescente terminó convertido en un álbum debut que respira pop con espíritu experimental, que salta del trap embrionario al indie pop y se calma en baladas íntimas. “Cada