El segundo mandato de Donald Trump ha dejado en claro que los excesos de su retórica electoral se han convertido en decisiones de política exterior con consecuencias tangibles. Lo que antes parecía simple bravata, hoy se traduce en órdenes firmadas al Pentágono, barcos de guerra navegando en aguas sensibles y la militarización de un discurso que coloca a América Latina nuevamente en el centro de la geopolítica de Washington.
El 8 de agosto, el New York Times reveló que Trump rubricó una orden clasificada que autoriza al ejército estadounidense a “emplear la fuerza” contra ciertos cárteles latinoamericanos. Lo novedoso no es la hostilidad hacia el narcotráfico, sino la redefinición de esos grupos como “organizaciones terroristas”. Esta etiqueta, que en la historia reciente ha justificado