ARCA
Por: Juan Carlos RECINOS
Un niño canta: “Diente blanco, no te vayas”, y en esa súplica hay un país que no aprendió a llorar. Eliot Naguib, con su voz clara, nos recuerda la infancia en su forma más pura: vulnerable, inquisitiva, irreverente.
Ese instante resume todo lo que 31 minutos logró: enseñarnos a sentir en un mundo donde la emoción ha sido domesticada, silenciada o mercantilizada. La serie chilena no es un mero espectáculo para niños: es un noticiero, una sátira, una escuela de emociones, un manifiesto estético y político que transforma la cultura popular latinoamericana desde sus propios cimientos.
El verdadero golpe de 31 minutos no es solo estético ni humorístico: es político. En un continente devorado por la corrupción, donde los noticiarios se convierten en máquinas de