El olor a gas fue lo primero que desacomodó la rutina de Palermo. Eran poco más de las nueve de la mañana cuando un estruendo seco interrumpió el zumbido de las máquinas que repavimentaban los carriles del Metrobus sobre la avenida Juan B. Justo. Una retroexcavadora perforó un caño maestro y, desde entonces, el aire de la zona quedó impregnado de un peligro invisible que obligó a desplegar un operativo de magnitud: SAME, Bomberos de la Ciudad, Defensa Civil, la Policía y cuadrillas de Metrogas.
“Se sintió como una explosión, un ruido fuerte, y al minuto ya estábamos con el olor insoportable a gas . Fue automático, empezaron a correr los vecinos y enseguida llegó la policía”, contó Luis Ramírez, kiosquero de la esquina de Juan B. Justo, que tuvo que bajar las persianas de su local.