En la España de Pedro Sánchez apenas hay algo que funcione bien. Día a día, mes a mes, año a año, la gestión ordinaria de las tareas y los servicios públicos que se encuentran bajo la dependencia, supervisión o simple tutela del Estado empeora sin que los ministros y altos cargos responsables se rasguen por ello las vestiduras o entonen al menos el mea culpa. Del presidente del Gobierno, ni hablamos. Es cierto que el socialismo y el comunismo no han brillado nunca precisamente por sus grandes gestas en el manejo racional y equilibrado de los presupuestos. La historia nos muestra que allá donde han gobernado la izquierda y la ultraizquierda, la gestión de la «res publica» ha sido un completo desastre, ya se tratase se dictaduras opresoras del pueblo o de democracias supuestamente protectora

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