En 1963, un 28 de agosto, el pastor Martin Luther King, delante del monumento dedicado a Abraham Lincoln en el Mall de Washington, pronunció su discurso más famoso y, probablemente, uno de los más icónicos de la historia: "Yo tengo un sueño". Fueron con exactitud 1.666 palabras, para desahogo de los supersticiosos, en los que el pastor inauguró una nueva forma de comunicación política donde la emoción venció definitivamente a la razón.
En esa métrica, convertida en poética, de un discurso que tenía que ser de lectura obligada en todos los colegios del mundo, había una concentración de ideología y de convicción que nada tiene que ver con los discursos pragmáticos y mediocres de la política actual. Entre metáforas, comparaciones, aliteraciones, y guiños de proximidad, Luther King se reveló