Juanita Tovar

En el teatro macabro de la guerra contemporánea, la humanidad ha desarrollado una distinción perversa y letal: hemos ideologizado el genocidio. En medio del fervor político y la desinformación, hemos creado una fórmula grotesca en la que ahora existen matanzas buenas y matanzas malas. La tragedia ya no se mide por la escala del horror, por el número de niños desmembrados o por la sistematicidad de la destrucción, sino por la bandera que ondea sobre los escombros. Este filtro ideológico, que nubla nuestra visión moral y anula nuestra empatía, encuentra su expresión más cruda y actual en la carnicería que vive el pueblo palestino en Gaza.

Las cifras, frías y abrumadoras, gritan lo que muchos se niegan a oír. Según autoridades de salud de Gaza, respaldadas por organismos inter

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