Frente a la quietud de Wimbledon, la sobriedad de París y el orden de Melbourne, la dinámica y el ‘show’ del torneo neoyorquino genera un estrés extra para el tenista
Absolutamente nadie, ni el mismísimo Rockefeller, es o ha sido ajeno a ley atmosférica de Nueva York, tan cinematográfica y sugerente como desquiciante. Desde primera hora del día, veinticuatro horas non-stop en realidad, suenan las sirenas de las ambulancias o la policía, los chirridos de las sierras cortando chapa metálica y el griterío de la gente en el corazón de Manhattan, donde se alojan en los distintos hoteles oficiales buena parte de los tenistas que compiten en el US Open . No escapan tampoco los deportistas al descontrol de la ciudad, a los encontronazos ni a los atascos y los embudos diarios que se generan en