Hay jugadores que nacen tan buenos que se descubren solos y otros, como Fermín López, que requieren de fe y esfuerzo e incluso de elementos que escapan a su control, llámense casualidad o aparición de un mentor en el momento justo de su carrera.
La historia del fútbol está repleta de casos comparables al del centrocampista, ejemplos de tenacidad desenvuelta a oscuras hasta que un entrenador les alumbra para ser vistos. Sucedió cuando Van Gaal se prendó de un chaval greñudo que venía descartado del filial, Carles Puyol, o cuando Pep Guardiola subió de Tercera División a un centrocampista alto y desgarbado llamado Sergio Busquets. A Fermín fue Xavi quien le intuyó algo distinto cuando los demás solo veían a un futbolista entusiasta pero con pocas opciones de triunfar en el primer equipo.