CDMX.- «Te quiero -le dijo ella a él-. Mi papá te quiere, lo mismo que mi mamá y mis hermanos. Deberíamos casarnos». Respondió él: «Imposible». «¿Por qué?» -se inquietó ella. Explicó él: «Mi esposa también me quiere». La señorita Himenia lanzó un grito en la calle. Al punto acudió un hombre joven y guapo. Le preguntó a la madura célibe: «¿Qué le sucede?». Respondió la señorita Himenia: «Aquel hombre que va allá me arrebató mi bolso». «¡Ah! -exclamó el joven, disponiéndose a perseguirlo-. ¡Deje que le ponga la mano encima!». «Está bien -dijo ella-. Pero primero alcance al ladrón». Noche de bodas. El anheloso novio llevó al lecho nupcial a su desposada e inició con ella los tocamientos y caricias que sirven de prolegómeno al acto connubial. «¡Carajo! -exclamó ella con disgusto-. ¿Por qué sie
De política y cosas peores
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