Eran chicos, apenas adolescentes de 15 y 16 años, pero valientes, decididos y conscientes de sus derechos. Eran pocos y eran negros, sumaban nueve –seis mujeres y tres varones– y ellos solos, porque fueron los que pusieron en cuerpo, libraron una batalla tan desigual como decisiva. Corría septiembre de 1957 y tres años antes la Corte Suprema estadounidense había declarado inconstitucional la segregación escolar. La ley decía que negros y blancos podían asistir juntos a la misma escuela, pero en los estados del sur eso en la práctica era letra muerta .
Ese septiembre las clases comenzaron como siempre en la Little Rock Central High School, en Arkansas, un colegio secundario al que asistían casi dos mil alumnos. Hasta entonces todos habían sido blancos, pero el miércoles 4 esos nueve chic