Se llamaba Pablo y no se cayó del caballo como el santo de su onomástica, se cayó de la vicepresidencia del gobierno, se cayó de la universidad, se cayó de Venezuela y de Galapagar y de Irene Montero, y de la vida empresarial con su bar comunista, y se cayó del guindo. Lo hizo pensando que sus secuaces no le dejarían aparcado en el olvido, pero acabo cortándose la coleta.

No se ha cortado sin embargo su ambición maniaca y perenne, su deseo de encabezar una liga “antifascista” contra el PP y Vox cuando gobiernen -según Pérez Reverte- (si es que lo hacen alguna vez), y para ello espera con ansiedad el momento, siguiendo con fanatismo el modelo de “Juego de tronos” que es su pueril catecismo.

No en vano pertenece a la ultraizquierda, a esa que “coloco” a doña Yolandiña con otro de la saga,

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