En el corazón del valle de Sibundoy, en Putumayo, una práctica milenaria atraviesa hoy una encrucijada. La toma de yagé —la bebida sagrada elaborada a partir de la ayahuasca (Banisteriopsis caapi)— ha sido por generaciones un ritual de orientación espiritual, sanación y transmisión de saberes entre los pueblos indígenas. Sin embargo, el auge del turismo de bienestar y de naturaleza ha transformado sus dinámicas, llevando lo que antes era un acto comunitario a convertirse en un atractivo turístico con tarifas que pueden superar los 200.000 pesos por toma privada .

De la ofrenda al cobro en efectivo

Tradicionalmente, el yagé se compartía en ceremonias guiadas por taitas reconocidos por los cabildos, a cambio de ofrendas simbólicas como animales de corral o productos agrícolas. Hoy, agenc

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