El destino nos golpeó con una fuerza inesperada aquel día 29 de julio del 2014. Un accidente. Volvíamos de unas mini vacaciones de invierno en Mendoza cuando un camión cruzó en nuestra trayectoria, partiendo el auto en mil pedazos y nuestras vidas también. Mi hija Brisa y yo quedamos atrapadas entre hierros y dolor. Ella, con apenas ocho años, sufrió un traumatismo encéfalo craneano severo. Su cráneo estaba trizado como el parabrisas, tenía una burbuja de aire en un pulmón y eso no le dejaba respirar bien, requería una cirugía urgente: una descompresión cerebral. Era la única posibilidad de salvarla. Los médicos no eran optimistas, pero yo decidí intentarlo . Teníamos que luchar.
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Brisa fue operada, le realizaron una craneotomía y al quitar el hueso su cerebro creció cuatro