Doña Alejandra tiene 75 años y un deseo ancestral de que su artesanía perdure

En San Cristóbal Huichochitlán, comunidad otomí al norte de Toluca, todavía es posible escuchar el sonido del trenzado de palma en patios amplios y talleres improvisados. Ahí, entre manojos de fibras secas teñidas de rojo, verde o natural, trabaja doña Alejandra González, una mujer de 75 años que aprendió a tejer sombreros cuando apenas tenía ocho. Lo hizo al lado de su abuela, como parte de una herencia cotidiana que se transmitía entre generaciones. Hoy, más de seis décadas después, sigue dando forma con sus manos a sombreros, tapetes, chiquihuites y aretes, piezas que llevan consigo no solo el sello del trabajo artesanal, sino el eco de una historia colectiva que se resiste a desaparecer.

El arte de la pal

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