Queridos míos, la ha vuelto a ofrecernos un espectáculo que ni el mismísimo Valle-Inclán habría sabido caricaturizar mejor. El fiscal general del Estado, nada menos, se presentó en el solemne acto como si fuera la viva encarnación de la Justicia… cuando lo cierto es que él mismo está investigado y, en apenas unas semanas, tendrá que sentarse frente a un juez. ¡Qué cara más dura! Una cosa es tener aplomo y otra, francamente, practicar el funambulismo moral sin red. Resulta bochornoso contemplar a quien debería ser garante del sistema acudir a la ceremonia como si estuviera presumiendo de su gran labor en el cargo en lugar de afrontar con dignidad la inminencia de su propio juicio . De Galdós a Berlanga, todos lo habrían disfrutado, pero los ciudadanos no: a nosotros nos queda la ind
Los sábados de Lomana: del esperpento de España a mi novio fijo discontinuo

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