Fueron purificados los ministros de la Suprema Corte. De rodillas, con copal y comales, pidieron a Quetzalcóatl que guiara sus pasos. Bastones de mando, palabras ceremoniales y un aire de hechicería enmarcaron la escena . No fue un simple protocolo, se trató de un ritual con fuertes resonancias en las costumbres de los pueblos originarios, cargado de símbolos y creencias ancestrales. La pregunta es inevitable: ¿Qué significado tiene que la máxima institución judicial del país se someta a este tipo de ceremonias?

En apariencia podría leerse como un gesto de respeto hacia la cosmovisión indígena , un reconocimiento a tradiciones largamente marginadas. Desde esa perspectiva, el acto busca reconciliar lo moderno con lo ancestral, como si el Estado mexicano no pudiera entenderse sin la raíz

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