Hay playas que se recuerdan por la foto y otras por la sensación de estar ahí. Papagayo pertenece a la segunda categoría. Llegas con el polvo de la pista de tierra aún en las zapatillas, asomas la cabeza al borde del acantilado y el océano se abre en una media luna de agua azulada que parece decir: "ey, respira". No hay paseos marítimos ni música; aquí quien manda es la luz, el viento y ese silencio raro, de los buenos, que sólo se escucha en los lugares que todavía se cuidan.
Papagayo, aunque lo parezca, no es una playa aislada, sino la más célebre de un pequeño archipiélago de calas reunidas en el Monumento Natural de Los Ajaches . A un lado, arenales amplios; al otro, recovecos que se encienden con el sol de la tarde. La 'familia' se completa con nombres como P laya Mujeres, Calet