Un año después de cambiar la historia del cine con Ciudadano Kane, a Orson Welles no le fueron tan bien las cosas con su segundo film.
Pese a pertenecer al mismo contrato de RKO que su tragedia inspirada en William Randolph Hearst, el joven cineasta se topó con que le habían arrebatado el control sobre el montaje final de El cuarto mandamiento (originalmente The Magnificent Ambersons), de forma que RKO disminuyó drásticamente la duración con la que llegaría a cines. Originalmente duraba 131 minutos. Tras la poda de RKO, se quedó con unos ridículos 87 que aún así se apañaron para conseguir buenas críticas.
Como más tarde RKO quemó el metraje para hacer hueco en su cámara acorazada y Welles asumió que se había perdido para siempre (“Destruyeron El cuarto mandamiento y me destruyeron a mí”,