El primer ministro japonés Shigeru Ishiba ha tirado finalmente la toalla tras menos de un año al frente del Gobierno y del Partido Liberal Democrático (PLD). Su dimisión, anunciada este domingo, llega tras un triple varapalo electoral que ha tambaleado el dominio del PLD, el coloso que ha moldeado la política nipona desde 1955. El efímero líder, de 68 años, llegó al poder en septiembre con la promesa de "hacer sonreír de nuevo" a Japón, pero su mandato se ha estrellado contra una inflación desbocada, el estancamiento salarial y un escándalo de donaciones que heredó de su predecesor.

Conocido como "lobo solitario" y un peso pesado intelectual, el exministro de Defensa y Agricultura se ganó la simpatía popular, pero no la de su propio partido, donde sus posturas contrarias a líderes previos

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