Entre los arroyos del Delta bonaerense, el bambú se abre paso con fuerza. Sus cañaverales, altos y flexibles, sorprenden a quienes visitan la zona atraídos por el turismo de cabañas y paseos en lancha. Lo que pocos saben es que esa planta asiática llegó hace más de un siglo para proteger frutales del viento y reforzar las costas contra la erosión.
¿Se trata de un recurso con potencial para el futuro isleño o de una especie que puede salirse de control?
La fruticultura fue motor de las islas hasta mediados del siglo XX. Luego vinieron décadas de forestación y, desde los años noventa, el turismo ocupó el centro de la escena. En ese recorrido histórico , el bambú quedó como herencia viva, creciendo de manera silvestre y esperando nuevos usos.
“El Delta fue cambiando su perfil prod