Siete días después de que empezara el 2025, a Ingrid Arroyo la atropelló un menor de edad.
Le estaba reclamando a un joven de 16 años las razones por las que mató a su perro Sherick, un goldendoodle que jugaba con sus tres hijos de 12, 9 y 5 años minutos antes de que lo arrollara.
Pero instantes antes de ese suceso, Ingrid estaba escribiendo un informe que le había pedido su jefe desde su casa, era un día cotidiano en su vida, nada fuera de lo común. Sus hijos jugaban con Sherick en la terraza, hasta que el hueco de la reja —rota desde el día anterior— los condujo a la calle.
De fondo, se escuchó el “patinazo” de las llantas de un carro, lo que, de acuerdo con ella, le activó el “sexto sentido de las madres”.
Tiró el computador y salió corriendo en tacones a buscar a sus hijos que esta