Cuando Chris Wolston aterrizó por primera vez en Medellín, en 2012, no sabía que terminaría instalando allí su vida y su taller. Cuenta que desde el aeropuerto de Rionegro, en lo alto de la montaña, lo recibió una sinfonía natural : grillos, bichos, aire fresco con olor a ciprés y eucalipto . La ciudad en el valle brillaba de noche, con luces que trepaban por las montañas. Era una imagen deslumbrante, distinta a la que llevaba en la cabeza de lo que significa Latinoamérica.

Wolston, nacido en Providence (Rhode Island) y formado en la Escuela de Diseño de Rhode Island, había llegado por invitación de un compañero que acababa de abrir una residencia artística en la antigua finca cafetera de su familia en Santa Elena. Según contó al portal Latinness , su plan inicial era estudiar técnica

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