Descubrir a todo un grande e incipiente cantaor como El Turry desde el mismo albero de la plaza de toros, en el arranque de esta ‘I bienal de flamenco de Granada’ tan necesaria como inexplicablemente omitida hasta hoy en una de las innegables cunas de ese ‘arte primitivo’ que hoy es merecidamente patrimonio de la humanidad; confirmar en las caras del respetable el deleite que todos sentíamos con esa perfecta amalgama entre lo más clásico de la OCG, imponente, talentosa, que se hacía uno con la voz templada, sólida, amplia, honda, de todo un Turry en la estela del celestial Morente…

Fueron miles los que compartimos esos instantes ya en la memoria en el coso granadino reciclado cada vez más en espacio para todas las artes en una ciudad que, ya a las claras, ha descubierto (mira que ha tarda

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