Milei, el victorioso candidato “outsider” de 2023, debió haber sido consciente de su mandato tan contundente como acotado: salvar al país del infierno de una nueva hiperinflación que en las postrimerías del gobierno de Alberto Fernández estaba a la vuelta de la esquina. Y, de paso, cerrando la transición democrática a instancias de su deuda pendiente ya saldada por la mayoría de los países de la región: el equilibrio fiscal.

Dejar atrás para siempre la inflación y el déficit suponía, no obstante, elevados costos que la mayoría toleró con estoicismo y la esperanza de un futuro mejor. Su discurso radicalizado lo convirtió en una estrella para los jóvenes hartos del relato kirchnerista totalmente desenganchado de la realidad durante la cuarentena eterna.

Pero la perspectiva de mediano plano

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