En política, cualquier cosa puede ocurrir. No es descartable, por tanto, que, en el último minuto disponible, Carles Puigdemont decida cambiar su criterio, y ordene a sus siete diputados que apoyen la reducción de la jornada laboral, el gran proyecto político de Yolanda Díaz, y al que se agarra cual clavo ardiendo.
Pero, si las cosas suceden como están previstas a la hora de escribir estas palabras, el proyecto no prosperará, y se añadirá a una lista, cada día más extensa, de votaciones perdidas por el Gobierno, o de votaciones que iba a perder y cuya derrota evita Moncloa, retirando el texto antes de que los diputados pulsen el botón del no.
Que situaciones como esa se repitan cada mes –y casi, cada semana–, no las convierte en parte de la normalidad. Porque lo normal en las democracias