Cuando trabajaba como periodista en la sección de Local intenté mil veces hacer reportajes desde dentro. Siempre he sido muy recelosa de la información institucional y siempre he pensado que no contamos bien una historia hasta que no le ponemos cara. Me recuerdo pidiendo permisos, sin éxito, con la ilusión de meterme en una cárcel de alta seguridad, en los antiguos reformatorios, en un centro psiquiátrico o en una casa de acogida. Demasiado sensible todo; demasiado vulnerable. Tampoco ellos, quienes debían abrirme las puertas, se fiaban de los periodistas.

Más de dos décadas en las trincheras del oficio y se ve que todavía sufro el síndrome de la inocencia del novato. No sé si existe pero debería. Nunca deberíamos perder la ilusión de escuchar y dar voz a quienes no tienen, de denunciar y

See Full Page