
“¿Qué es la verdad, Tony? ¿Qué es la verdad? ¿Sabes qué es la verdad? Lo que tú dices es la verdad, lo que yo digo es la verdad, lo que dice él es la verdad. ¿Cuál es la verdad en la vida? Negar todo, no admitir nada. ¿Sabes qué es la verdad? Lo que yo digo es la verdad”. Este discurso del personaje de un joven Donald Trump de los años 80 en la película The Apprentice es el manual que sigue guiando al presidente de EEUU, es el libro de instrucciones con el que se gobierna la Casa Blanca.
¿Que sale el nombre de Donald Trump en los documentos de Jeffrey Epstein? Se dice que es un montaje de los demócratas, aunque los demócratas no tengan nada que ver con eso. Es más, el nombre de Bill Clinton, por ejemplo, también sale.
¿Que hay una dedicatoria firmada por Trump? Se dice que la firma no es suya, por mucho que abunden ejemplos que demuestren que esa firma era la que habitualmente utilizaba el magnate en aquellos años.
“Negar todo, no admitir nada”. Y buscar cambiar el foco.
El primero que tiró la piedra fue Elon Musk, en mayo, y Trump lo amenazó con cortar todos los contratos públicos con sus empresas. En julio, cuando The Wall Street Journal publicó por primera vez la existencia del álbum del 50 cumpleaños confeccionado por los amigos de Epstein en el que había una dedicatoria con un dibujo erótico de Trump, el presidente de EEUU demandó al periódico y se dedicó a buscar distracciones: desde la ofensiva contra el presidente de la Fed por no bajar los tipos de interés hasta los aranceles, pasando por la militarización de Los Ángeles. Cualquier excusa era buena para intentar tapar un asunto que, con el paso del tiempo, se ha demostrado imposible de tapar.
La familia política MAGA, hegemónica ahora en el Partido Republicano, aupó a Trump en su regreso a la Casa Blanca con varias banderas, y entre ellas estaba la de la transparencia en relación con Epstein.
En su relato, se difundían sospechas sobre la muerte del financiero, que ocurrió en 2019, bajo presidencia de Trump, eso sí. Pero también se acusaba a la Administración Biden de ocultar la lista de sus amigos, clientes, chantajeados, famosos con los que compartió sus actividades relacionadas con el sexo con menores.
Pero lo que no podía imaginar esa base MAGA es que, una vez en la Casa Blanca, los que más interés están demostrando en publicarlo todo son los demócratas y quienes más esfuerzo están desarrollando en poner palos en las ruedas son los republicanos, en concreto, la Casa Blanca y los líderes en el Congreso.
“¿Qué es la verdad, Tony? ¿Qué es la verdad? ¿Sabes qué es la verdad? Lo que dices es la verdad, lo que yo digo es la verdad, lo que dice él es la verdad. ¿Cuál es la verdad en la vida? Negar todo, no admitir nada. ¿Sabes qué es la verdad? Lo que digo es la verdad”.
¿Y qué es lo que dice ahora Trump? Arena Zarutska.
Ley y orden frente a Epstein...
“Joe Biden permitió una invasión de 25 millones de migrantes, violadores, asesinos, de cárceles, de instituciones mentales...” Trump dice esto cada día varias veces.
Ya nadie pierde el tiempo en desmentir que la migración sea una invasión, del mismo modo que la teoría del 'gran reemplazo' tan en boga entre los ultras europeos no tiene forma empírica de sustentarse.
Trump es un tsunami que no para de emitir, que va tapando todo a golpe de titular, cuya última noticia eclipsa la anterior. Y así cada día, aunque siempre hay un hilo conductor y muchas redundancias.
Pero la que suele pasar inadvertida es aquella que vincula la salud mental con la invasión de migrantes peligrosos, la salud mental con la delincuencia.
Él dirá que son objeciones wokes. Y seguramente tenga razón, pero lo que no podrá nunca es esgrimir ningún estudio científico que corrobore todo lo que dice.
Ahora es el turno de Arena Zarutska, una joven refugiada ucraniana de 23 años asesinada en un vagón a finales de agosto en Charlotte, en Carolina del Norte, por un delincuente reincidente que la apuñaló.
Ella es rubia, blanca y huía de las bombas rusas en Europa. Nada que ver con los migrantes que huyen de dictadores, los cárteles, el hambre, la persecución o el cambio climático a los que Trump está deportando sin garantías judiciales, no ya a megacárceles de Bukele, sino incluso a países africanos que él nunca sería capaz de ubicar en un mapa.
El asesinato de Zarutska también reúne más elementos que le cuadran estupendamente a Trump: ocurre en una ciudad demócrata, su asesino fue puesto en libertad bajo palabra por una jueza progresista y, lo que es más importante para Trump, ocurre cuando vuelve a vincularse su nombre con su amigo Epstein.
Y se suma a su campaña para desplegar la Guardia Nacional en ciudades demócratas, a las que acusa de connivencia con el crimen, como Los Ángeles y Washington DC, a las que se pueden sumar Chicago, Baltimore o Nueva Orleans.
Cualquier cosa para que el amigo del pederasta cuyos archivos está evitando hacer públicos aparezca ante la opinión pública como un campeón de la lucha contra la delincuencia frente a los wokes demócratas.
... para ir a cenar a tres minutos en coche
La caravana arrancó a las 19.27 de este martes. Ya podría haber ido un lugar parecido al Freddy's BBQ Joint, como Frank Underwood en House of Cards, que está un poco más apartado, en Baltimore (Maryland).
Pero no. La caravana de Trump llegó al Joe’s Stone Crab, que está a la vuelta de la esquina de la Casa Blanca, a las 19.30, tres minutos después.
Trump iba acompañado por un buen séquito, entre ellos el vicepresidente, JD Vance, uno de los principales activistas de las teorías conspiranoicas sobre Epstein que ahora está desandando todo lo que ha dicho en el pasado a velocidades ultrasónicas. Pero también estaba el henchido ex presentador de la Fox y flamante secretario de la Guerra, Pete Hegseth, entre otros.
Todo ello no impidió que tanto desde fuera del restaurante como desde dentro, Trump y los suyos recibieran cánticos en contra de la ocupación de DC y del genocidio de Israel en Palestina.
Trump respondió a un puñado de preguntas en la puerta del restaurante, presumiendo de que Washington DC es ahora una ciudad segura gracias a su ocupación militar desde mediados de agosto. Como si nadie hasta entonces hubiera salido a cenar en la ciudad.
Ya les digo, por experiencia, que eso es completamente falso.
Las preguntas, como no podía ser de otra manera, no iban sobre la nueva libertad conquistada en DC gracias a la toma de la ciudad por parte de Trump, sino sobre Epstein y el de Israel a los líderes de Hamás en Qatar, que el presidente de EEUU ha reconocido no conocer por adelantado.
El presidente de EEUU podría haber admitido que su dedicatoria era real, haber dicho que era amigo de Epstein como tantos otros ricos, y haber afirmado no tener ni idea del lado oscuro de Epstein en aquellos años, en 2003, mucho antes de su primera condena y aún más de su procesamiento definitivo, en 2019.
Pero no. Este martes, de nuevo, lo ha negado todo, cuando las evidencias son demoledoras, lo cual alimentan las dudas sobre qué tiene que ocultar si ni siquiera es capaz de admitir hechos que no suponen ningún delito.
“No es mi firma ni mi forma de hablar”, ha dicho Trump este martes por la noche: “Cualquiera que me haya seguido durante este tiempo sabe que ese no es mi lenguaje. Es una tontería. Y, francamente, estáis perdiendo el tiempo”.
Pero no, quien realmente pierde el tiempo quitando importancia al asunto es Trump. Por mucho que se empeñe, la sombra de Epstein no deja de seguirle, es un fantasma del que no logra zafarse.
Con esto lo dejo por hoy. Nos volvemos a encontrar dentro de una semana.
Muchas gracias por estar ahí.
Un saludo.
Andrés