BEIJING (AP) — La cámara corporal colgaba de la parte superior del suero intravenoso y grababa hasta el más mínimo movimiento de Yang Guoliang mientras yacía ensangrentado y paralizado en una cama de hospital después de que la policía lo golpeara con ladrillos.
Para entonces, la vigilancia no era nada nuevo para la familia Yang en la China rural, atrapada en una intrincada red que se basa en tecnología estadounidense que los espía y predice lo que harán.
Sus boletos de tren, reservas de hotel, compras, mensajes de texto y llamadas telefónicas son reenvíadas al gobierno. Su casa está rodeada por más de una docena de cámaras. Han intentado ir a Beijing 20 veces en los últimos años, pero hombres enmascarados aparecen y los agarran, a menudo antes de que partan. Y el año pasado, la esposa y