Lo que menos le falta a Roberto Alcántara es dinero; lo que está bajo escrutinio es su calidad humana. Diez muertos y más de cuarenta heridos tras la tragedia en Atlacomulco colocan al dueño de Herradura de Plata frente a un espejo incómodo: ¿es capaz de responder con justicia o se refugiará en la costumbre empresarial de litigar hasta el cansancio? Si su respuesta consiste en esconderse tras abogados, pagar migajas o prolongar indemnizaciones, confirmará que en el capitalismo mexicano la vida de los pobres sigue siendo un costo asumible. Si, en cambio, actúa con decencia, indemniza de forma justa, repara el daño y asume su responsabilidad, podría demostrar que detrás de sus cifras también existe un sentido mínimo de justicia. En Atlacomulco no se discute su fortuna, sino su decencia.

**

See Full Page