Vivimos un momento histórico de transición en el que los equilibrios de poder se están redefiniendo. La guerra entre Rusia y Ucrania, lejos de ser un conflicto local, se ha convertido en un detonante que evidencia la pugna por la hegemonía global. Estados Unidos ha desempeñado un papel determinante en este escenario, no solo en el suministro militar y financiero a Ucrania, sino también en su firme intención de preservar un orden internacional que se configuró tras la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.

A ello se suma la persistente tensión en Medio Oriente, donde la guerra entre Israel y actores regionales proyecta efectos que trascienden lo militar. El conflicto altera los equilibrios energéticos, sacude los mercados y reaviva las tensiones ideológicas en un momento en que la estabi

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