Millones de visitantes de Nueva York, entre los que se cuentan miles de ejecutivos de transnacionales o viajeros en escala, no logran ver, a veces ni desde el aire, la Estatua de la Libertad, como tampoco la ven ni la visitan los “Manhanittas” los habitantes de esta isla de oro que miran a los turistas con el desdén propio de los nativos.
Y es que la estatua es solo visible desde ciertos lugares de Nueva York abiertos al mar -el paseo de Brooklyn Heights, por ejemplo- o desde el mismo muelle de South Ferry, hasta donde llegan los trenes, diariamente, con su carga de turistas soñadores, un grupo siempre muy “sui generis” al que no es posible convencer de “estar” en Nueva York, sin antes ver de cerca los dedos de 735 kilogramos que sobresalen de las sandalias de este monumento, “Miss Libert