La revuelta juvenil que sacudió Nepal entre el 8 y 9 de septiembre dejó un rastro de destrucción sistemática. Los ataques no fueron aleatorios, sino que se dirigieron a los principales símbolos del poder político, administrativo y económico, en un intento por desmantelar físicamente un sistema que los manifestantes ya no consideran legítimo.
A continuación, se detalla un inventario de los daños materiales más significativos reportados:
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Las instituciones del Estado, reducidas a cenizas
El ataque se centró primero en el corazón del Estado nepalí. Los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, fueron asaltados, buscando paralizar por completo la ma