Colombia enfrenta un nuevo rostro del conflicto: las asonadas, multitudes que, bajo el disfraz de protesta, acorralan, intimidan y humillan a la Fuerza Pública, mientras el Estado permanece paralizado por vacíos legales que le impiden reaccionar con firmeza.

Estas asonadas, entendidas como acciones intimidatorias de grandes grupos de personas contra unidades de la Fuerza Pública, se han convertido en un mecanismo de presión que expone a las tropas a un alto riesgo. Aunque los soldados están armados, deben actuar bajo los principios del Derecho Internacional de los Conflictos Armados (DICA) y solo pueden emplear la fuerza en casos de legítima defensa frente a un ataque inminente.

Lo que antes eran hechos aislados se ha transformado en un patrón sistemático para obstaculizar cualquier oper

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