Hacia 1930, el Cuartel del Cobre era ya un caserón ruinoso. Sus robustos muros de adobe mostraban el desgaste del tiempo; las ventanas estaban vacías, la puerta de mezquite agrietada y los techos caídos. Los patios, traspatios y corrales estaban cubiertos de escombros, basura y maleza. Lo que en otros tiempos fue un edificio próspero, destinado a la Casa de Moneda, era ahora inhabitable y temido por la comunidad.
Allí residía Nico, alias El Cácaro, anciano sobreviviente de epidemias y guerras, quien relataba historias de aparecidos, crímenes y tesoros ocultos con sorprendente claridad cuando su memoria le permitía la lucidez. Entre estas historias destacaba la del tesoro enterrado a unas cuartas bajo tierra en el Cuartel del Cobre, que él afirmaba haber visto en vida de Francisco Herrera