No es un impacto directo, sino algo mucho más letal. La estrategia consiste en hacer detonar la bomba justo debajo de la quilla del barco, en el agua. Esta explosión submarina genera una gigantesca burbuja de gas que levanta el casco de forma violenta, para después dejarlo caer al vacío. El resultado es una tensión brutal para la que ninguna estructura está preparada, capaz de debilitar la estructura del barco hasta el punto de partirlo literalmente en dos.

Con esta premisa tan devastadora opera Quicksink, el programa con el que la Fuerza Aérea de Estados Unidos busca transformar bombas convencionales en armas de precisión para hundir buques de guerra. Se trata de un cambio de paradigma que ofrece una alternativa a los costosos misiles y torpedos que, hasta ahora, dominaban el combate

See Full Page