Cambiar para que algo cambie. Eso necesitaba Instituto. Venía atrapado en un laberinto de dudas, con resultados adversos que se repetían como un eco incómodo en Alta Córdoba. Y entonces Daniel Oldrá decidió lo que pocas veces se animan los técnicos en medio de la tormenta: mover las piezas del tablero.

El DT pateó la mesa, reacomodó nombres y apostó por una novedad que en el fútbol argentino siempre genera discusión: la línea de cinco defensores. Claro que, en la práctica, no fue un muro estático. Porque cuando la Gloria atacaba, esos cinco se convertían en tres, y los laterales pasaban a ser alas que intentaban darle vuelo al equipo. Esa idea, que tantas veces se queda en la teoría, el domingo de a ratos funcionó. Instituto le ganó 2-0 a Argentinos Juniors y recuperó un aire que parecía

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