El seguidismo de Feijóo al patrón de Vox debe de significar algo. Puede reflejar simplemente frivolidad. Pero también podría tratarse de un estropicio importante en la inteligencia del PP

No, una protesta pacífica no pasa a ser violenta por cortar un evento deportivo o por tirar unas vallas, según el derecho internacional

A Santiago Abascal le encanta hablar de violencia política. Fantasea con ella, le erotiza y se diría que siente un orgasmito cada vez que lo dice: violencia política. Es la señal inequívoca de que hace lo que puede para generarla.

Cuando habla de ella sigue un patrón claro, que dirige su discurso en dos sentidos a la vez:

- Acusa a la izquierda de practicar la violencia.

- Rehúsa condenar la violencia de derechas y la minimiza. A menudo la instiga con su discurso.

Hace unos días, en la reunión de la ultraderecha europea en Madrid, afirmó: “La izquierda no renuncia a la violencia”, en alusión al atentado contra Charles Kirk en Estados Unidos. Este verano, no condenó los disturbios en Torre Pacheco, sino que se limitó a culpar al PP y al PSOE de lo sucedido. A este patrón me refiero.

Por eso me ha resultado llamativo que el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, calificara de violencia política las protestas que precipitaron el final de la Vuelta ciclista en Madrid. Parece también que fantaseara. Ha decidido seguir el patrón de Abascal y eso nos adentra en un terreno desconocido.

Se trata del patrón de Donald Trump y, en fin, la internacional reaccionaria-nacionalista. Su objetivo es inducir la violencia y el odio en sociedades democráticas, instilar el miedo en la gente y después, en el enfrentamiento y el caos, recortar con facilidad las libertades democráticas.

Aquí aún suena a teoría, pero Trump ya lo está poniendo en práctica, con la coartada del terrible asesinato de Charles Kirk. Ayer anunció que llevará a cabo una operación a escala federal para reprimir una supuesta red izquierdista violenta que sólo existe en su imaginación. Et voilá, ya tenemos excusa para una redada contra gente progresista. Todo ello pese a que el republicano gobernador de Utah, donde ocurrió el crimen, ha dejado claro que el asesino de Kirk actuó en solitario.

El patrón es idéntico: Trump adjudicó el asesinato de Kirk a la izquierda antes de que se supiera nada sobre el asesino. Ahora sabemos que tenía convicciones izquierdistas, según gente cercana, pero ni siquiera estaba registrado como votante demócrata, y su familia era republicana. Por supuesto, Trump no ha hecho alusión al atentado que hace cinco meses segó la vida de la senadora estatal de Minnesota, Melissa Hortman, y su marido. Recordemos: se trata de acusar a la izquierda de ser violenta en general y no condenar a la derecha que comete actos violentos concretos.

Sabiendo que todo lo que sucede en Estados Unidos, desde el bótox hasta las fake news, acaba llegando aquí, me parece arriesgada la apuesta de Feijóo. En la última etapa de la Vuelta, hubo grupúsculos que buscaron gresca con la policía, como los hay siempre, pero fue todo tan pacífico que ni siquiera lograron unos altercados en condiciones, qué sé yo, una noche francesa de quema de coches, o algo así.

A la misma hora que Feijóo decía eso, Silvia Intxaurrondo le estaba preguntando a su portavoz, Miguel Tellado, si condenaba los ataques de Israel en Gaza, que han matado en torno a 65.000 palestinos, según las autoridades de la Franja (650.00, según la relatora especial de la ONU, Francesca Albanese). Le costó hasta tres preguntas, y al final, a regañadientes, dijo que mmmm, que bueno, que sí, pero que la culpa de todo es de Sánchez. Ya sabes a qué me refiero.

Ahí está el patrón: una manifestación de izquierdas es violencia política (“Sarajevo en guerra” para los alumnos más aventajados de Trump en España), pero un genocidio de reaccionarios nacionalistas israelíes es “lo que ocurre en Gaza”.

Ese seguidismo de Feijóo al patrón de Vox debe de significar algo. Puede reflejar simplemente frivolidad. Pero también podría tratarse de un estropicio importante en la inteligencia del PP. Si fueran murciélagos diría que se les ha estropeado el sistema de ecolocalización: emiten sus mensajes, pero cuando rebotan en la sociedad, el eco que les llega es un rumor de encuestas en las que sube Vox. Considerando lo flojo que es Abascal como líder y el fracaso orgánico de su partido, Feijóo podría verse como un tipo con suerte. Pero en su lugar lo imita. En un país que ha sufrido durante décadas la violencia política de ETA, se trata de un error peor que un crimen. Hay asuntos con los que, sencillamente, no se juega a los dados.